lunes, 15 de noviembre de 2010

Y Alonso perdió el torneo ese de los coches

"Una vez más quedó claro qeu Alonso es el mejor conductor del mundial", rezaba en un artículo que firmaba Lobato hoy en el Marca y apostillaba diciendo que "todos saben que es el mejor" Tal vez no este citando pero si parafraseando a uno de tantos fanáticos de la formula 1.


Es el momento, señores de que los pilotos se queden en el "padock!"(como domino el lenguaje técnico de este ¿deporte? -jajajajajajajaja-) y allí aprieten un mando de scalextri que así su incidencia será la misma pero sin jugarse la vida.


Yo había pensado que podían sustituir a los pilotos por bloques de hormigón y poner los coches en túneles y a ver quien era el mejor... bueno, podían hacerlo con el asfalto mojado y con el asfalto en seco, que como bien sabemos es altamente relevante para la competición.




Ahora todos sabemos que Alonso palmó por culpa de su equipo, porque él es el mejor piloto. Yo me acuerdo de las brabuconadas de Schumacher cuando cabalgaba con el caballo rampante y decía que él sería capaz de ganar el mundial con un minardi.... vaya! debe ser que está en mala forma porque me parece que este año no olió ni un solo podium con un coche que no puede oler un podium.


No quiero decir que cualquiera pudiera ganar con el mejor coche pero no sé.... tal vez debían hacer como en las empresas y en un campeonato sin avisar a nadie debían de decir aquello de "Día de fiesta....los pilotos de Ferrari se montan en la carraca de Iberia(se llama así no?) y los de Renault conducen un Red bull...




Insisto en que no quiero quitarle ni un mérito a Alonso, pero desde luego tengo la sensación de que si en vez de conducir un Ferrari hubiera conducido un Red bull hubiera ganado o dicho de otra manera si Vettel hubiera conducido un ferrari hubiera perdido.




Joder! es qeu me da rabia meterme con Alonso porque me cae bien, pero es que creo que debo visitar a un psicoanalista porque cuando oigo hablar de F1 estoy oyendo a un futbolero(lo siento pato, se que te mola el motor....) pero no puedo evitar oir las conversaciones empapadas en segundos- carajilllos, en aquellos qeu por una extraña razón consideraban un mequetrefe a Mouriño y que ahora dicen qeu Mou es un crack "que sabe mucho de psicología ehhh!"




No puede acabar este minipost más que de una manera: Odiio a la gente, la odio profundamente y me da repelús pensar que en más de una ocasión forma parte de ella.....pero lo que realmente me quita el sueño es pensar que a diario mi vida depende de lo que haga, diga o ¿piense? la gente. Eso me pone enfermo.


Más enfermo.






5 comentarios:

Planta dijo...

Este tema despierta en mi una serie de sentimientos encontrados: por una parte no me cae muy bien Alonso. Por otra, qué duda cabe que si no tienes el mejor coche vas jodido. Por otra, que duda cabe que si va un paquete en el Red Bull, no gana ni a la de tres. Mi conclusión: es Fórmula uno. Es eso que echan los viernes, sábados y domingos, eso de lo que me entero que existe porque Daniel Craig se apalanca en el salón, bien de sobremesa, bien de madrugada, bien de resaca.

Sobre la gente... en Madrid hay demasiada. Aquí hay menos. ¡Vente de vacaciones!

habrá doping en la f1? dijo...

y eso que quiere decir? ¿qué hay menos que merezcan el fuego redentor? Más de dos son gente, fuego pues.

Y si ven la F1 más.

Jesucristo nuestro señor dijo...

En una ocasión visité la capital de España. Tras una noche de juerga, regresando por una de la calles que salen de Sol, un chico de mi edad trató de entablar conversación conmigo. Fue una de esas frases que se dice cuando sales por la noche y te cruzas con un desconocido. Una generalidad mema y sin contenido, a la que la normas sociales no obligan siquiera a responder fijándote al tema de la misma, quizás tan solo con una sonrisa, o un movimiento de cabeza, como de asentimiento o comprensión. Ahora mismo no recuerdo qué era, ni siquiera si era una pregunta o una afirmación. Recuerdo, eso sí, que el chico que la pronunció era evidentemente foráneo de Madrid. Lo supe de la misma manera que a veces entras en una habitación, en un cuarto, una tienda o en una clase y sabes que alguien acaba de estar allí, aunque ahora ya no haya nadie. Lo sabes de manera instintiva, captando detalles que no procesas conscientemente o intelectualmente. Ni él ni yo estábamos en estado de embriaguez, eso también era aparente.

Lo que ocurrió a continuación me causa perplejidad incluso a día de hoy. Tendió su mano, haciendo gala de esa absurda exaltación de la camaradería de la que alguna gente hace gala por la noche, buscando una conexión con alguien que no existe en realidad, como buscando un punto de apoyo en un lugar dónde no lo hay. Yo miré su mano, y me di cuenta de lo absurdo de la situación. Eché la vista hacía atrás y recordé situaciones como esa misma. Son ese tipo de hechos a los que la costumbre y la familiaridad roban de su completa falta de sentido. O quizás si tenga sentido, pero es aventurado afirmar que tenga que tenerlo para todo el mundo. ¿Por qué debería? Se trataba de una de esas zonas grises en el contrato social compartido por todos. Me vi como un personaje de Seinfield. ¿Es lícito rechazar de manera extremadamente grosera la mano tendida de una persona que, si bien completamente desconocida, ha sido correcta y tan solo busca una mínima reafirmación en un acto social estando en una ciudad que no es la suya propia? ¿Acaso, por otra parte, no es normal dejar de hacerlo, tratándose como se trataba de un desconocido, y siendo un acto carente de sentido? ¿Acaso no legitimaba yo con mi apretón de manos este tipo de situaciones en un futuro? ¿Por qué hacer algo en lo que uno no cree? ¿Pero acaso no hacemos lo mismo día tras día, en el trabajo, con los amigos, con la familia, incluso con desconocidos también? Nos mantenemos en nuestra zona de confort, y tratamos de respetar la de los demás, a veces incluso a pesar de que choca con lo que deseamos hacer, o con lo que creemos.

Todo esto pensé cuando me tendió su mano. Pero yo no se la apreté. Vi como su sonrisa amable y cordial se transformaba en una mueca de desagrado. Me imaginaba en su situación y podía comprenderlo. ¿Qué pensaría yo si me hicieran lo mismo? ¿Acaso no era equivalente a ser insultado, a ser escupido? Bajo su mano rápidamente en cuanto fue evidente que no iba a estrecharla. Me miró con ojos llenos de desprecio. Y fue entonces cuando me dijo algo que no olvidaré jamás. Recuerdo como en aquel momento estaba nervioso, sin saber como iba a reaccionar. Había tomado mi decisión casi por inercia. Por inacción, más que por decisión consciente. Esbocé una sonrisa, pero rápidamente cesé en mi empeño. ¿Acaso no buscaba con mi gesto exactamente lo mismo que yo le había robado a la persona que estaba enfrente de mi?

Sin moverse, ni dejar de mirarme me dijo: "Te crees mejor que yo, ¿verdad?". Ni siquiera era una pregunta, era una afirmación. No había duda en su voz. Su tono era de desprecio. Supe que lo decía en serio. Quizás fuera una de las elocuciones más sinceras que había pronunciado en semanas, o meses. Lo dijo tal y como lo sentía, con esa seguridad que modifica la realidad. Podía haber dicho: "hágase la luz", y se hubiera hecho de día. Pero no.

Y lo cierto es que, a pesar de todo ello, yo no me creía mejor que él.

Pero no me cabe duda de que hay personas que se creen mejores que los demás: los demás tan solo son gente.

Anónimo dijo...

por eso tú, Jesús, te entregaste a nosotros, para demostrarnos a todos que el más guai y listo eras tú!!! me mola tu reflexión de persona inteligente y sensible... no quieres dar la cara pero todos sabemos quién eres, eres sensible y amas al prójimo... el problema es si lo amas como a tí mismo porque vosotros los del clero no podéis amaros mucho. Amor célibe no es amor

EL OBISPO dijo...

Apostaría mi tiara pontificia a que el tal jesus necesita un riego matutino y otro nocturno para satisfacer la sed de sus profundas raices. Nadie salvo "ello" podría ejemplificar tan bien algo tan común y por lo tanto tan dificil de ejemplificar